Las calles de las ciudades marroquíes rebosan de jóvenes que exigen dignidad, justicia social y mejores condiciones de vida. Las manifestaciones denuncian detenciones, represión y profundas desigualdades. A pesar de la respuesta de las autoridades, la movilización continúa como símbolo de esperanza y deseo de cambio
Hay momentos en la vida de una nación en que las heridas sociales se hacen visibles para todos, y así el dolor de unos pocos se transforma en un clamor común. En Marruecos, la muerte de ocho mujeres en Agadir, hospitalizadas por una cesárea que nunca llegó a término, expuso crudamente la fragilidad de un sistema de salud desatendido y desató una ola de indignación nacional.
Esta tragedia desencadenó manifestaciones en Rabat, Casablanca, Marrakech, Agadir y otras ciudades, donde jóvenes, tanto jóvenes como mayores, alzaron la voz para exigir salud, educación, empleo y dignidad.
Jóvenes salen a las calles por la libertad
Se trata de un movimiento de base, organizado a través de redes sociales como TikTok, Instagram y Discord, en particular por los colectivos GenZ 212 y Morocco Youth Voices. Los jóvenes manifestantes se declaran pacíficos e impulsados por el amor a su país, y en las calles corean: «Libertad, dignidad y justicia social», recordando las manifestaciones de 2011.
La respuesta de las autoridades ha sido dura: tres días consecutivos de arrestos, con más de sesenta personas detenidas solo el lunes en Rabat y cientos en todo el país, incluyendo menores y figuras de la sociedad civil, como Najat Anouar, presidenta de una asociación de protección infantil, quien fue arrestada y liberada pocas horas después.
Desarrollo y desigualdad
Las calles revelan una cruda paradoja. Marruecos invierte miles de millones en estadios para la Copa Africana de Naciones y el Mundial del 2030, en líneas ferroviarias de alta velocidad, en centros de datos, en la producción de baterías y en el desarrollo de hidrógeno verde, mientras que los hospitales carecen de médicos, equipos e incluso camas. Según la Organización Mundial de la Salud, el país cuenta con tan solo 7,7 profesionales sanitarios por cada 10.000 habitantes, y en algunas regiones, como Agadir, esta cifra desciende a 4,4.
Mientras tanto, el desempleo juvenil se acerca al 36%, el desempleo entre los titulados universitarios es del 19% y millones de marroquíes viven en condiciones de creciente pobreza. «Protestar es la única manera de conseguir nuestros derechos», afirman muchos manifestantes, denunciando un Marruecos que se debate entre el desarrollo tecnológico y la desatención de los servicios esenciales.
Protestas entre la desconfianza y la esperanza
El primer ministro Aziz Akhannouch defendió las acciones del gobierno, citando inversiones y programas de construcción y renovación de hospitales, mientras que varios funcionarios del hospital de Agadir han sido despedidos.
Sin embargo, la confianza pública se tambalea, agravada por el silencio del rey Mohammed VI, cuya presencia pública es cada vez más limitada. Así, en boca de los jóvenes, la protesta se convierte en esperanza: exigir dignidad significa seguir creyendo que la sociedad puede cambiar y que la vida de cada persona debe volver a estar en el centro de las prioridades del país.
Fuente:https://www.vaticannews.va/
