Tras el rito, el Cardenal Rolandas Makrickas, arcipreste coadjutor de la Basílica liberiana, preside la santa misa en la solemnidad de Santa María Madre de Dios. En su homilía recuerda que estamos llamados a una esperanza gozosa. Reflexiona sobre el don del tiempo, «criatura de Dios», y advierte del impacto de las nuevas tecnologías que corren el riesgo de no valorarlo
«Todos, sin distinción, estamos llamados a esta misma esperanza. Todos podemos recorrer este camino de gozosa esperanza. Todos. Y María está al lado de todos, sin excluir a nadie». Así lo recordó el Cardenal Rolandas Makrickas, arcipreste coadjutor de la Basílica Papal de Santa María la Mayor, durante la santa misa tras la apertura de la cuarta Puerta Santa del Jubileo Ordinario de 2025. La última Puerta Santa se abrirá en la Basílica de San Pablo Extramuros el próximo domingo 5 de enero, conforme a la disposición del Santo Padre en la bula Spes non confundit.
En la solemnidad de Santa María Madre de Dios, este miércoles 1 de enero, la inauguración estuvo acompañada por el repique de la histórica campana conocida como «La Sperduta» (la Perdida), que regresó de los Museos Vaticanos al templo en marzo de 2024, después de 140 años. El nombre se debe a la peregrina que se perdió en la noche y que, gracias al tañido de la campana, encontró el camino de vuelta a la ciudad.
El Cardenal Makrickas aseguró en su homilía que el sonido de esta campana marca las horas y el tiempo en la Ciudad Eterna. No solo el repique de la «Sperduta», sino también las palabras del apóstol Pablo: «Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer».
El purpurado lituano hizo hincapié en que el tiempo es una de las grandes criaturas de Dios y observó que, a lo largo de la historia, la humanidad ha intentado, de diversas formas, aumentar o perfeccionar el tiempo mediante nuevas tecnologías. Sin embargo, advirtió que esos intentos suelen culminar en su pérdida o, como él lo llamó, en lo que podría denominarse «la fatiga del tiempo».
Más aún, el cardenal alertó sobre los peligros que pueden representar los dispositivos electrónicos, como los ordenadores y teléfonos móviles. Aunque concebidos para ahorrar y enriquecer el tiempo, advirtió que con frecuencia estos dispositivos se convierten en los «peores enemigos» del mismo. En cambio, evidenció que una persona nunca se sentirá perdida ni agotada por el tiempo vivido en comunión con Dios.
Fuente: https://www.vaticannews.va/
